En Kazajistán continúa el crecimiento sostenido del número de escuelas privadas. Según los datos del Ministerio de Educación, en los últimos cinco años su cantidad ha aumentado más de dos veces y media. El mayor número de escuelas pagadas se abrió en Almatý, Astaná y Chimkent, así como en las afueras que están siendo activamente construidas con casas unifamiliares.
Soy Máxim Beliákov, fundador y director de Sailet, estudio de desarrollo web y móvil. En los últimos dos años me he centrado en soluciones tecnológicas para la educación. Observo que generalmente es la estructura interna lo que resulta ser el eslabón más débil. Además, ya hemos implementado más de 50 proyectos de digitalización y automatización para gigantes del mercado de diferentes sectores: Lukoil Lubricants Asia Central, Fondo Mundial para la Naturaleza, Kazakh Temir Joly y Fondo Cartográfico Nacional de la República de Kazajistán.
El apoyo gubernamental ayuda al desarrollo de las escuelas privadas. Ellas pueden optar por subvenciones y recibir subsidios. Funcionan según los estándares educativos estatales y al mismo tiempo introducen programas propios. Creo que precisamente sobre este fondo los padres toman una decisión a favor de alternativas pagas. Traspasan a sus hijos desde escuelas públicas a particulares donde buscan enfoques más modernos hacia la educación. Se orientan hacia la seguridad, calidad de servicio y tranquilidad académica. De esta manera, la escuela privada no sólo se convierte en un lugar para adquirir conocimientos sino también en una especie de indicador de estatus.
Muchas escuelas realmente se abren con una fuerte concepción pedagógica. Los directores tienen comprensión de la metodología docente y la parte formativa. Sin embargo, falta una visión sistémica de la escuela como organización. Esto significa: hay niños, maestros, clases incluso soluciones informáticas en la escuela, pero no existen procesos que unan todo esto en un conjunto coherente.
Las escuelas privadas aspiran a cumplir con las expectativas y justificar los pagos. Ya utilizan diversas plataformas digitales y parece haberse producido la implantación de "sistemas". Pero tales herramientas frecuentemente no corresponden al nivel de responsabilidad asumida por instituciones no estatales. En la práctica, esto se ve así: los sistemas están sobrecargados, mal conectados entre sí, incómodos para los profesores, opacos para los padres y formales para la administración. Como resultado, no funciona como esperaban quienes pagan los honorarios escolares.
Para poder gestionar correctamente una escuela, es importante tener una visión global. Es fundamental entender cómo funciona la matrícula de clases, dónde exactamente se pierden solicitudes, en qué etapa abandonan los padres, por qué algunas clases se llenan más rápidamente que otras. Es imprescindible ver quiénes de los educadores están sobrecargados, dónde comienzan los cuellos de botella en el horario, cómo se distribuye la carga dentro del equipo. Eso no es algo que puedas llevar en tu cabeza, especialmente cuando la escuela crece rápidamente.
Creo que aquí es necesario aclarar: la inteligencia artificial no está destinada a reemplazar a los maestros, sino a ayudar a los administradores. Puede señalar dónde empezaron las caídas en rendimiento, identificar riesgos antes de que se conviertan en problemas, resaltar debilidades en el proceso. Pero para que eso funcione, primero la escuela debe estar preparada. Si hay caos dentro, ninguna IA salvará la situación. Mi tarea consiste en ayudar a establecer una base sólida sobre la cual podamos apoyarnos. Una vez que el sistema funciona bien, la IA puede beneficiar no solo a la dirección sino también a los estudiantes. En tales casos, la tecnología empieza a trabajar prácticamente y ayuda a administrar la escuela. Tuvimos un ejemplo: un estudiante faltó varios días a clase, después regresó y rápidamente alcanzó el programa gracias a un entrenador basado en IA. El sistema mismo sugirió temas, propuso tareas y rastreó el progreso. Aquí es exactamente donde veo su valor.
Incluso aquellas escuelas con una marca fuerte y flujo estable de solicitudes terminan enfrentando preguntas similares con el tiempo: ¿Cómo manejar el crecimiento? ¿Dónde se pierden los estudiantes? ¿Por qué disminuye la conversión durante la admisión? ¿Cuál es la verdadera eficacia del equipo?
Las respuestas a estas preguntas no radican en la pedagogía, sino en la gestión. Estoy convencido: en 2025, una escuela no es solo un currículo y profesores. Es un modelo de negocio que exige sistematicidad. Al igual que en cualquier otro negocio, aquí son fundamentales los procesos, la transparencia, la distribución de responsabilidades, el marco digital y la capacidad de tomar decisiones basándose en datos. Y como sabemos, donde hay datos, ahí está la IA. Herramientas como éstas advierten cuándo baja el rendimiento de un niño, sugieren cambios si los profesores están sobrecargados, ayudan a crear horarios convenientes y muestran rápidamente dónde surgen problemas en la escuela. Recogen retroalimentación de padres y estudiantes continuamente, no solo al final de cada trimestre. La dirección responde más rápida y precisa, no una vez al año según resultados de encuestas. Esto influye en todos: tanto en los niños como en el personal.
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